La prueba más dura
El día a día del jugador está salpicado de sus más y sus menos. Nadie se escapa tener algún problema de vez en cuando, así que no es de extrañar que en los juegos nos pase lo mismo.
No os quiero asustar. Realmente hay muy pocos problemas con soluciones complicadas en el mundo del rol. La mayoría de ellos, a mi forma de ver, se pueden resolver con una conversación con el grupo y corrigiendo ciertos aspectos. No big deal. Sin embargo, que una solución sea relativamente sencilla no lleva aparejada una carga de trabajo escasa, sino que pudiera ser todo lo contrario. En cualquier caso, cada cual elige hasta qué punto llega su implicación y si una solución merece la pena o es mejor cortar por lo sano. A veces, la segunda opción es la mejor decisión.
¿A qué viene todo esto? Creo que todos los que hemos jugado al rol conocemos la siguiente situación: el momento en que presentas un nuevo personaje o una nueva partida ante la mesa de juego. Es posible que lleves a tus espaldas un trabajo verdaderamente titánico o que simplemente le hayas puesto especial cariño o atención al detalle y, aún así, cabe la posibilidad de que todo esto se quede en nada. ¿En nada? Esto no es del todo cierto, pero de ello hablaremos más adelante.
¿Queda alguien que tenga miedo escénico a este tipo de circustancias? Es posible, pero poco probable. Quizás entre aquellos que me leáis se encuentren tanto veteranos a vueltas de todo como algunos que se estén planteando entrar en el terreno de juego o lleve sólo unas pocas partidas. No pasa nada. Lo importante es que no siempre un nuevo elemento tiene por qué ser mal recibido. Es más, no siempre será mal recibido por muy duros que puedan parecer o resultar los comienzos. Lo que venía comentando en una anterior entrada, por mencionar alguno, es un buen ejemplo. Hablábamos de ambientaciones o juegos que no tienen por qué gustar, y que sin embargan pueden acabar incluso por emocionar a todos. Lo mismo puede ser aplicable a cualquier otro tipo de partida o personaje, quizás sólo necesitemos liberarnos de nuestros prejuicios para disfrutar plenamente de lo que está por venir.
En caso de que todo esto falle, y aún así no consigamos remontar la popularidad del personaje o la partida, no nos encojamos de hombros y lo deshechemos sin más. Lo que puede significar un rechazo en una mesa, puede también significar un éxito en otra distinta. Ahora bien, repensemos si hay que realizar las modificaciones oportunas antes de lanzarnos a ello. Podemos, por supuesto, volver a fallar y esto juega un duro golpe al ego del jugador. No caigamos en la desesperación por ello (quizás aquí esté siendo un poco dramático). Quizás, después de todo, tengamos que dejar atrás el proyecto inicial.
Con el paso del tiempo, como los más veteranos saben de sobra, a todos nos gusta rememorar esas experiencias y extraer conclusiones de ellas. Quizás un año más tarde esta misma propuesta que antes nos volvía loco haya dejado de interesarnos, pero también es posible recuperar ciertos elementos. Analizar las partes del trabajo que más nos gustaron e integrarlas en otro proyecto o personaje distinto puede resultar una maravillosa experiencia, habida cuenta de que con el paso del tiempo, es muy posible que tengamos las tablas suficientes como para que esa idea extraña o que no encajó del todo bien sea ahora el inicio o el detalle que complemente a la perfección lo que vendrá a continuación.

¿Os había dicho ya que me gustan los dados? Es decir, seguro que no lo habéis adivinado a estas altuas… // Char – dice por Dicemanic CC-BY
Este tostón tan largo no tiene otro objetivo que animaros a no caer por el camino. Yo mismo he vivido situaciones que me desanimaron increíblemente, en muchos casos porque la fantasía obnubiló a la experiencia y lo que parecía en mi mente inicialmente maravilloso, era sólo una ilusión. A lo que voy: no os desaniméis. En los juegos de rol, la paciencia y la perseverancia son una virtud, y todo ello sin necesidad de esforzarse más de la cuenta. No necesitais darle mil vueltas a la misma idea porque algo no funcione. No os preocupéis, de verdad. Cambiad el chip. Id a vivir aventuras de otro modo y volved enriquecidos con los momentos vividos. Ya habrá tiempo de revivir viejos proyectos, no hay problema. Y si aún así no os convencéis, siempre tenéis la opción de dejar aparcado un tiempecito al rol, dedicarse a otra cosa que os guste y quizás regresar con fuerzas renovadas.
Estoy seguro de que, eventualmente, tendréis un éxito brillante. Lo sé, y allí estaré para deciros en ese momento: «Te lo dije».
Un saludo y un abrazo.
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