Parasomnia: El peor monstruo

Ahogándose // Chocking por Ben Salter CC-BY

Ahogándose // Chocking por Ben Salter CC-BY

El terror es un sentimiento muy humano, más humano en ocasiones que cualquier otro. Terror a las formas horribles de morir, a enfrentarse a la realidad, a las historias que bien podrían ser reales. Si la imaginación, más aún que la inteligencia, es lo que nos hace humanos, entonces el terror es consecuencia directa de nuestra humanidad.

Esta entrada puede contener imágenes, audios y/o vídeos no aptos por su contenido violento o extraño para todos los públicos. Aconsejo que si eres una persona sensible o no tienes la edad suficiente, pases de largo esta entrada y disfrutes del resto del contenido que ofrece el blog. Estás advertido.

Existe una historia bien conocida acerca de dos compañeras de piso que se llevaban excepcionalmente bien. Dos amigas de carrera que decidieron compartir gastos; una de ellas una mujer responsable, disciplinada, que llevaba todas las tareas al día y ponía mucho empeño para acabar cuanto antes la carrera con unas notas ejemplares. Por otro lado, la otra compañera descubrió un nuevo mundo cuando decidió independizarse del hogar, así que fue cambiando sus rutinas de estudio por otras más placenteras.

Aquella tarde, en la víspera de un importante exámen, cada cuál decidió cómo pasaría el resto del día. Mientras una se quedaría estudiando, la otra decidió dar por imposible el exámen y salir de fiesta sin preocuparse por nada más. El problema es que no quería salir sola, y así intentó convencer a su compañera para que la acompañara esta noche y así darle la oportunidad de descansar antes de enfrentarse a la prueba el día siguiente. Por supuesto, la respuesta que recibió fue la que esperaba, y su compañera decidió quedarse estudiando y acostarse pronto.

Gritty por Jasn CC-BY-NC

Gritty por Jasn CC-BY-NC

«No importa», decidió ella. «Saldré de fiesta y mañana será otro día». Así pasó una noche mágica entre nuevas caras, olvidando por completo sus responsabilidades y disfrutando de la música y la fiesta. Decidió por fin volver y dormir unas pocas horas antes de presentarse a una prueba que consideraba ya una pérdida de tiempo, con una sonrisa en la cara. Abrió la puerta, encontrándose con la habitación a oscuras. Pese a todo, no quería despertar a su amiga, por lo cual no encendió la luz, ni siquiera cuando tropezó con alguna prenda de ropa y pila de libros en su camino a la habitación compartida. Le pareció que su amiga hacía algunos sonidos en la cama de al lado; el crujido de las sábanas al moverse despacio y una respiración pesada, como si aún estuviera despierta, pero decidió aún así no encender la luz. «Si quisiera hablar conmigo, me habría saludado al llegar». Así pues, se acostó y no tardó en caer dormida.

A la mañana siguiente, el despertador de su móvil sonó y se levantó, aún aturdida por el dolor de cabeza y las pocas horas de sueño. Por las rejillas de las persinas se colaba algo de luz, en parte posándose sobre las sábanas de la cama contigua, teñidas de rojo oscuro. Comprobó con horror la expresión del rostro desfigurado de su amiga, la herida roja como una sonrisa que surcaba su cuello. Eso no era la peor, parecía que hubiera sido viviseccionada de manera inmisericorde. Con los ojos llenos de lágrimas, se percató de un último detalle. Un mensaje escrito en la pared con sangre.

«¿No te alegras de no haber encendido la luz?»

Muchas veces, ni los más terribles fenómenos inexplicables son capaces de provocar el miedo más atroz. A veces, el ser humano es el peor monstruo.

Go to sleep

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