Parasomnia: The Smiling Man
Alguna vez has caminado solo por la calle de noche. Puede que vivas en un barrio tranquilo o no, pero te has visto en la situación en la que toda la calle estaba en silencio y, mientras haces el camino de vuelta a casa, te sentías incómodo o asustado. Tu lógica te dice que no tiene sentido que te sientas alarmado y, aún así, sigues estando de los nervios. Respiras hondo, sin pararte mucho tiempo, y continúas.
Claro, tienes toda la razón, no hay nada sobrenatural, ni los monstruos de los cuentos existen. Por favor, tú ya tienes una edad en que no sientes la necesidad de esconderte bajo las sábanas y sabes que debajo de la cama lo peor que puede haber es ropa que hayas dejado ahí descuidadamente. No hay que preocuparse, no existen motivos para temer por tu vida porque no existen esas criaturas que tu cansada mente se empeña en insinuar por el rabillo del ojo.
Tampoco hace falta.
La realidad es más peligrosa que cualquier obra de ciencia ficción y, ya de por sí, tremendamente alarmante sin necesidad de recurrir a criaturas que no existen. Sigues paseando por la calle y ves a un tipo que, en la borrachera que supones ha de llevar, baila erráticamente unos metros por delante de ti. Nada de qué preocuparse, sólo una persona normal como tú y como yo que no ha sabido parar a la hora de dejar el cubata. En un principio resulta gracioso, hasta que te das cuenta de que tiene la mirada perdida, una sonrisa extraña y que, a cada paso de baile, se acerca un poco más a ti.
Cruzas la carretera, porque podría ser que ese tipo estuviera peor de lo que pensabas hace un momento. La situación ya no es divertida ni graciosa y te vuelves un momento para ver a esta persona parada al borde de la acera, en dirección a donde tú estás. Está quieto, ¿estará siguiéndote y se habrá visto sorprendido en su maniobra? Esto es raro, la inquietud se apodera de ti y decides continuar tu camino andando algo más rápido, pero sin perder tu orgullo. Si dieras señales de tener miedo sería peor, al fin y al cabo.
Un escalofrío recorre tu espalda. Joder, no sabes si ese tío sigue detrás tuya y no tienes ojos en la nuca; si quisiera atacarte o incluso si se mostrara inofensivo y te sorprendiera, el susto que te llevarías sería cojonudo. Vuelves la cabeza y te lo encuentras allí, donde no querías verlo, detrás tuya. Intentas aclarar tus ideas y le diriges unas palabras, algo que le haga ver que no estás tan acobardado como realmente pareces y te infunda algo de valor. Él se detiene, así que prosigues con la caminata. Se oyen pasos… no, no son pasos. ¡Está corriendo! Lo sabes y giras la cabeza lo justo para ver el borrón de movimiento de una persona enloquecida acercándose velozmente a ti.
La adrenalina se dispara y corres, porque joder, es la primera reacción que cruza tu cabeza. Este tío está loco. Quiere hacerme daño, quizás está jugando conmigo pero qué coño, ¿vas a quedarte para averiguarlo? Corre más rápido, joder. ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?
Se agota el oxígeno y tienes que descansar. Menos mal que lo has dejado atrás, ya ni siquiera se oyen sus pasos. Quizás se haya cansado o cayera en la persecución. Racionalizas lo que acaba de ocurrir y notas el orgullo herido. ¿En serio me he puesto a correr? Soy gilipollas.
Mientras tomas una nueva bocanada de aire con el sudor recorriendo tu frente por la mezcla de cansancio y esfuerzo, vuelves a ser consciente de tus circunstancias: estás solo caminando por la calle de camino a casa.
La calle sigue igual de mal iluminada, todo sigue igual de silencioso a pesar de tus jadeos. Será mejor que vuelvas a casa y… Reconoces la sonrisa extraña y esos ojos, esa mirada perdida.
Esa mirada enloquecida que se clava en ti a un suspiro de distancia.
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Esto no es más que una interpretación libre de un mensaje que dejó el tal blue_tidal en un foro de subreddit sobre una experiencia que vivió según nos cuenta. La historia tuvo tal impacto que incluso se atrevieron a hacer un corto con ella.
Go to sleep.
Tertulia friki